Alguna vez nos preguntamos cómo sería ver una nube vista desde todos los puntos de la ciudad.

Graficarlo era sencillo: tienes un prisma piramidal o un manojo de líneas fugándose hacia el nodo nuboso... pero la dificultad radicaba en imaginar esa nube simultáneamente, algo así como su aleph. En términos acústicos, podríamos preguntarnos cómo sería oír una nube desde todos los puntos de la ciudad.

Si se fijan bien, lo que aquí se plantea es un problema ontológico de primer orden respecto a la condición humana: ¿de qué manera aprehender un infinito, acaso rozarlo, si reconocemos los límites que nos son inherentes? La idea mística de totalidad proviene de intuir la unidad en lo diverso, pero existen muchos métodos para participar de esa unificación.

Necesariamente hay que establecer determinados cortes. El ejemplo de la nube implica clausurar el tiempo y, dado un instante, agotarlo espacialmente (todos los lugares de un mismo momento). Pero se puede hacer lo contrario: clausurar el espacio y, dada un área, obtener su historia (todos los momentos de un mismo lugar).

¿Qué tipo de ruido resultaría de escuchar todo lo que está sonando en todas partes? ¿Dios es noise?

Para responder esa pregunta, hemos realizado este ejercicio de paisaje sonoro, donde podemos escuchar cinco minutos de sonido ocurridos el mismo día, a la misma hora, en diez diferentes lugares.